lunes, 6 de agosto de 2012

Evangelio del día 6 de agosto de 2012


Evangelio según San Marcos 9,2-10. Fiesta de la Transfiguración del Señor


Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".


Comentario:



“Su rostro resplandecía como el sol” (Mt. 17,2)- Pedro el Venerable



¿Por qué nos asombra que la cara de Jesús resplandeciera como el sol, si él mismo era el sol? Era el sol, pero escondido detrás de una nube. Ahora la nube se aparta, y resplandece por un instante. ¿Qué es esta nube que se aparta? No es la carne misma, sino la debilidad de la carne que desaparece por un instante. Esta nube, es aquella de la que habla el profeta: "El Señor ascenderá ligero sobre una nube" (Is 19,1): nube de carne que cubre la divinidad, ligera porque esta carne no lleva nada malo en sí misma; nube que vela el esplendor divino y ligero porque debe elevarse hasta el esplendor eterno. Es la nube sobre la que se ha dicho en el Cantar de los Cantares: "Desearía yacer a su sombra..." (Ct 2,3). Nube ligera porque esta carne es la del "Cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); y una vez quitados éstos, el mundo asciende a los cielos, liberado del lastre del peso de todos sus pecados.

El sol velado por esta carne no es "el que sale para buenos y malos" (Mt 5,45), sino "el Sol de justicia" (Ml 3,20) que sale exclusivamente para los que temen a Dios. Habitualmente velado por la nube de la carne, esta "luz que alumbra a todos los hombres" (Jn 1,9) brilla hoy con todo su esplendor. Hoy glorifica a la misma carne; la muestra deificada a los apóstoles, para que los apóstoles la revelen al mundo.


Pedro el Venerable (1092-1156), abad de Cluny. Sermón 1º para la Transfiguración; PL 189, 959

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