viernes, 9 de diciembre de 2011

Evangelio del día 9 de diciembre de 2011


Evangelio según San Mateo 11,16-19. Viernes de la II Semana de Adviento


¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras".



Comentario:


Responder a la llamada de Dios, para acoger al Salvador - San Alfonso María de Ligorio


Con un corazón ardiente, digamos con San Agustín: «Inflama nuestras almas". Verbo encarnado, te hiciste hombre para encender en nuestros corazones el fuego del amor divino: ¿cómo pudiste encontrar en nosotros tanta ingratitud? No ahorraste nada para hacerte amar; llegaste a sacrificar tu sangre y tu vida. ¿De dónde viene que los hombres permaneciéramos insensibles a tantos beneficios? ¿Posiblemente los ignoran? No, saben y creen que, por amor a ellos, viniste del cielo revestido de carne humana y cargaste con nuestras miserias; saben que, por amor para ellos, quisiste llevar una vida de continuos sufrimientos y sufrir una muerte ignominiosa.
Después de esto ¿cómo explicar que viven en un olvido completo de tu extrema bondad? Quieren a sus parientes, quieren a sus amigos, aman incluso a los animales... ¡ Sólo hacia ti, no muestran amor ni reconocimiento! ¿Pero qué digo? Acusando a otros de ingratitud, yo mismo me condeno, ya que mi conducta hacia ti fue peor que la suya. No obstante, tu misericordia me devuelve el coraje; sé que me sostuvo mucho tiempo, con el fin de perdonarme y de abrasarme en tu amor, con la única condición de que quiera arrepentirme y quererte.
Sí, Dios mío, quiero arrepentirme; quiero amarte con todo mi corazón. Aunque veo que mi corazón... te ha abandonado para gustar las cosas de este mundo; pero veo también que, a pesar de esta traición, todavía me reclamas. Por eso, con toda la fuerza de mi voluntad, te lo dedico y te lo doy. Dígnate pues inflamarlo por completo de tu santo amor; haz que en lo sucesivo no ame otra cosa más que a tí... Te quiero, Jesús; ¡te amo, mi sumo Bien ! Te amo, único amor de mi alma.
María, madre mía, eres "la madre del amor hermoso" (Si 24,24 Vulg), obténme la gracia de amar a mi Dios; es lo que espero de ti.

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia. 1er Discurso de la novena de Navidad

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