jueves, 22 de septiembre de 2011

Letanía para alcanzar la paciencia en las aflicciones




-Cuando juzguéis oportuno someterme a la prueba de la tribulación,
-Cuando me vea agobiado por todas partes de apuros y contrariedades,
-Cuando me falte lo que más necesito,
-Cuando tenga que sufrir las inclemencias del tiempo, el rigor de las estaciones,
-Cuando sienta arder en mis miembros el fuego de la fiebre,
-Cuando me vea sumido en la enfermedad,
-Cuando deseare en vano para mis ojos desvelados un sueño reparador,
-Cuando el mal seque y consuma lentamente mi carne y mis huesos,
-Cuando vengan a llamar a mi puerta las aflicciones de cualquier clase que sean,
-Cuando interiores desolaciones tengan oscurecido y como anublado mi espíritu,
-Cuando me vea en peligro de ser vencido por la tentación,
-Cuando me vea precisado a reprimir la vivacidad de mi carácter,
-Cuando por excesivo abatimiento se me haga enojosa la vida,
-Cuando me vea hecho carga pesada para mi mismo y para los demás,
-Cuando no halle en torno de mí más que motivos de tristeza,
-Cuando me sienta impotente para todo bien,
-Cuando a pesar de mis esfuerzos, vuelva a caer en las mismas faltas,
-Cuando la sequedad interior parezca extinguir en mi todo fervoroso deseo,
-Cuando mil pensamientos importunos vengan a distraerme en la oración,
-Si permitís que sufra contradicciones,
-Si permitís que tenga que luchar con genios difíciles,
-Si permitís que me humillen,
-Si permitís que me contristen,
-Si permitís que me abandonen mis amigos,
-Si permitís que sea víctima de la injusticia.
-Si permitís que me persiga la calumnia,
-Si permitís que me vuelvan mal por bien,
-Si permitís que me hieran con insultantes palabras, Dadme paciencia, crucificado Señor.


ORACIÓN

¡Oh Dios mío, que habéis dispuesto se salven vuestros escogidos por medio de los sufrimientos y de la Cruz! Ayudadme a soportar los míos con el espíritu de paciencia y resignación de que nos ha dejado Vuestro unigénito Hijo Jesucristo tan grandes ejemplos, y haced que en todas nuestras aflicciones, ya del alma, ya del cuerpo, repitamos con fe y sumisión las tiernas palabras que os dirigió él en medio de su dolorosa agonía. Padre mío, no se haga mi voluntad, sino la vuestra!" Amen.

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