miércoles, 14 de septiembre de 2011

Evangelio del día 14 de septiembre de 2011


Evangelio según San Juan 3,13-17. La Exaltación de la Santa Cruz - Fiesta


Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.



Comentario:


«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo» - Homilía Griega del siglo IV


El árbol de la Cruz, es para mí el de la salvación eterna. Me alimenta y lo hago mi obsequio. En sus raíces me arraigo, y por sus ramas me extiendo; su rocío me purifica y su espíritu, como un viento deleitoso, me hace fecundo. A su sombra, he preparado mi tienda, y huyendo de los grandes calores, me parece un refugio de frescura. De sus flores que florezco, y de sus frutos hago mis grandes delicias; estos frutos que me estaban reservados desde el origen, me producen un gozo sin límite... Cuando me estremezco ante Dios, este árbol me protege; cuando tiemblo, es mi apoyo; es el precio de mis combates y el trofeo de mis victorias. Es para mí el camino estrecho, el sendero tortuoso, la escala de Jacob recorrida por los ángeles, en la cumbre de la cual se apoya realmente el Señor (Mt 7,14; Gn 28,12).
Este árbol, de dimensiones celestes, ascendió de la tierra hasta los cielos, planta inmortal fijada entre el cielo y la tierra. Apoyo de todas las cosas, el apoyo del universo, soporte del mundo habitado, que abarca el cosmos y reúne los elementos variados de la naturaleza humana. Él mismo, soporte invisible del Espíritu, para que ajustado a lo divino no sea nunca más separado. Por su cima, toca el cielo, reforzando la tierra por sus pies y rodeado de todos lados por sus brazos enormes, los espacios innumerables de la atmósfera, es todo en todo y por doquier...
El universo fácilmente se perturba, y estremece de terror ante la Pasión, si el gran Jesús no le hubiera infundido el Espíritu divino diciendo: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46)... Todo estaba acabado, pero cuando el espíritu divino se remontó, el universo fue en cierto modo reavivado, vivificado, y ha encontrado una estabilidad firme. Le sirvió a Dios de base para todo y en todas partes, y la Crucifixión se extendió a través todas las cosas.


Homilía Griega del siglo IV Sobre la Pascua; PG 59, 743

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