martes, 30 de agosto de 2011

Evangelio del día 30 de agosto de 2011


Evangelio según San Lucas 1,26-38. Martes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario


En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.



Comentario:


«Su palabra estaba llena de autoridad» - Baudoin de Ford




«La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo» (Hb 4, 12). Toda la grandeza y fuerza y sabiduría de la Palabra de Dios, mírala aquí por estas palabras que el Apóstol muestra a aquellos que buscan a Cristo, Palabra, fuerza y sabiduría de Dios... Esta Palabra estaba al comienzo cerca del Padre, eterno con él (Jn 1,1). Ella fue revelada en su tiempo a los apóstoles, anunciada por ellos y recibida humildemente por el pueblo de los creyentes....
Ella ésta Palabra es viva, a quien el Padre ha dado tener vida en sí misma, como él mismo la posee (Jn 5, 26). Además no es solamente viva, sino que es la vida misma, como está escrito: «Yo soy la vida, la verdad y el camino»(Jn 14,6). Y ya que ella es la vida, está viva y vivificante, pues «como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo da la vida al que quiere»(Jn 5,21). Ella es vivificante cuando llama a Lázaro salir de su tumba y le dice: «Sal»(Jn 11,43). Cuando esta Palabra es proclamada, la voz que la pronuncia resuena al exterior con una fuerza que atraviesa el interior, hace revivir a los muertos, y (despertando la fe) suscita verdaderos hijos de Abrahán (Mt 3, 9). Sí, esta Palabra, es viviente, en el corazón del Padre en la boca del que la proclama, en el corazón del que cree y ama.


Baudoin de Ford (hacia 1190) abad cisterciense. Tratado 60

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