miércoles, 3 de agosto de 2011

Evangelio del día 3 de agosto de 2011




Evangelio según San Mateo 15,21-28. Miércoles de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario


Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".
Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".
Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".
Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.



Comentario:


El poder de una oración perseverante - San Juan Crisóstomo



Siendo así que debería haberse sentido desanimada, la Cananea se acerca aún más y, adorando a Jesús, le dice: «¡Señor, ayúdame!». Pero mujer, ¿es que tú no has oído lo que ha dicho: «He sido enviado sólo a las ovejas perdidas de la casa de Israel»? Sí, lo he entendido, contesta ella, pero es el Señor...

Es porque Cristo había previsto su respuesta que difiere conceder su petición. Rehusó su petición para subrayar su piedad. Si no la hubiera querido escuchar, no le hubiera concedido su petición, al final... Sus respuestas no fueron para apenarla, sino más bien para atraerla y revelar ese tesoro escondido.

Pero te pido que consideres, al mismo tiempo que su fe, su profunda humildad. Jesús dio a los judíos el nombre de hijos; la Cananea va todavía más allá de este título y les llama los amos, tan lejos estaba ella de ser sujeto del elogio de otro: «Los perritos comen de la miajas que caen de la mesa de sus amos»... Y es a causa de ello que fue admitida entre los hijos. Cristo le dice entonces: «Mujer, grande es tu fe». Y tardó en pronunciar esta palabra y recompensar a esta mujer: «¡Que se cumpla según deseas!». Ya lo ves, la Cananea tuvo un parte grande en la curación de su hija. En efecto, Cristo no le dice: que tu hija sea curada, sino: «¡Grande es tu fe, que se cumpla según deseas!» Y aún fíjate bien en esto: allí donde los apóstoles habían fracasado y nada habían obtenido, ella lo consigue. Este es el poder la una oración perseverante.


San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero de Antioquía más tarde obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia.
Homilía sobre san Mateo, nº 52, 1-3


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