miércoles, 25 de mayo de 2011

Santos, santoral y simbolismo


Además de las oraciones y devociones ofrecidas a María, los católicos romanos también dan honores y oración a varios santos. Estos santos, según la Iglesia Católica, son mártires o gentes notables de la iglesia que han muerto y los papas los han designado como santos. En este capítulo hemos de ver, sin lugar a dudas, que la idea de orar a los santos no es más que una continuación de viejas devociones que los paganos daban a los dioses y diosas de su religión, desde tiempos atrás. Pero antes de abordar estas evidencias, fijémonos en las sagradas Escrituras y veremos lo que ellas enseñan acerca de los santos.

De acuerdo con la Biblia, todo verdadero cristiano es un santo. No hay ninguna indicación de que una persona pueda ser hecha santa después de su muerte. No es el Papa quien hace a los santos. Es asunto de Dios. En las Escrituras, los santos siempre son gentes vivientes, nunca muertos. Por ejemplo, cuando Pablo escribió a los efecios, se les dirigió de es forma: «A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso» (Efesios 1: 1). Su carta a los Filipenses, dice: «A todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos» (Filipenses 1: 1). Los antiguos cristianos en la iglesia de Roma fueron llamados santos (Romanos 1: 7 y 16: 15), como también lo fueron los cristianos que vivían en Corinto (1 Corintios 1: 23 y 2 Corintios 1: 1).

De este modo que si queremos que un santo ore por nosotros, debemos encontrar a un cristiano y pedirle que se una en oración con nosotros. Pero si tratamos de comunicarnos con personas que han muerto: ¿Qué más puede ser sino una forma de espiritismo? La Biblia, repetidas veces, condena todo propósito de comunicarnos con los muertos, que es un acto satánico (ver Isaías 8: 19-20). Sin embargo, muchos recitan el Credo de los Apóstoles que dice: «Creo en la comunión de los santos», y piensan que esto se refiere no sólo a los vivos sino también a los muertos. «Una ayuda mutua, satisfacción, oración y otras buenas obras, una comunicación mutua» (Nueva Enciclopedia Católica, Vol. IV, pág. 41).

Pero las Escrituras están contra la idea de que los vivos pueden ser favorecidas o beneficiados por oraciones a los muertos, o a través de ellos. Tal enseñanza es completamente ajena a la Biblia. Entonces, ¿cómo entraron estas cosas a la Iglesia Romana?

De nuevo debemos mirar a la “madre” de las religiones falsas: Babilonia. Allí, desde épocas pasadas, encontramos que las gentes oraban a muchos dioses y les daban honra. De manera que el sistema babilónico se desarrolló hasta que tuvo casi cinco mil dioses y diosas.[1] En la misma forma en que los católicos creen en los santos, los babilonios creían que sus dioses y diosas habían sido una vez héroes vivientes en la tierra, y después de muertos habían pasado a un plano más elevado.[2]

«Cada día y cada mes estaban protegidos por una divinidad particular».[3] Algunos de estos dioses y diosas estaban asociados con las temporadas, otros con ciertos eventos de la vida y aun otros con varias ocupaciones de trabajo.

Desde Babilonia –tal como otra forma de idolatría de la gran “madre”– se diseminó el culto a estos dioses por las naciones. Los budistas de China, por citar uno de muchos ejemplos, tienen su «culto a varias divinidades, como el de la diosa de los marineros, el dios de la guerra, los dioses de varias vecindades u ocupaciones».[4]

Cuando Roma conquistó el mundo, este sistema de dioses y diosas fue infiltrado en la misma forma dentro de la religión pagana de Roma. Brighit, por ejemplo, era diosa de la poesía y los herreros; Juno Regina, era la diosa de la femeneidad, el matrimonio y la maternidad; Minerva era la diosa de las escuelas de la sabiduría, de los músicos y de los artesanos; Venus era la diosa del amor sexual y el nacimiento; Vesta era la diosa de los panaderos y fuegos sagrados; Hércules era el dios del vino y el gozo; Mercurio era el patrón divino de los mercaderes y oradores y ladrones; Opus era la diosa de la fortuna; Bellona era la diosa de las batallas; los dioses paganos Castor y Pollux eran los protectores de Roma y de los viajeros del mar; Apolo era el dios de la medicina y la salud; Cronos era el dios del tiempo y guardián de los juramentos, y Jano era el dios de las puertas y entradas.[5]

Y así, las ideas babilónicas de los dioses y las diosas, asociados con diferentes días y eventos de la vida, se establecieron en la Roma pagana. Más tarde, cuando vino la apostasía, esta misma práctica entro en la iglesia de Roma. Como los nuevos creyentes del paganismo resistían a abandonar la vieja costumbre de orar a diversos dioses, de no ser que encontraran algo similar en la cristiandad, estos dioses y diosas simplemente recibían un nombre nuevo y se les llama santos. Exactamente igual como en el culto pagano estos cristianos fieles fallecidos eran asociados con varias ocupaciones, cada cual con su día especial, naturalmente, sin poder consultarles si aceptaban o no el encargo papal. De este modo la antigua creencia pagana continuó y sigue siendo una parte muy importante de la Iglesia Católica. Esto puede verse en la siguiente tabla de santos católicos patrones de diversas ocupaciones y sus días especiales:

Actores: San Genís (25 de agosto); Arquitectos: Santo Tomás (21 de diciembre); Astrónomos: San Cominico (4 de agosto); Atletas: San Sebastián (20 de enero); Aviadores: Nuestra Sra. De Loreto (10 de diciembre); Panaderos: Santa Isabel (19 de noviembre); Banqueros: San Mateo (21 de septiembre); Barberos: Santos Cosme y Damián (27 de septiembre); Limosneros: San Alejandro (17 de julio); Libreros: San Juan de Dios (8 de marzo); Albañiles: San Esteban (26 de diciembre); Constructores: San Vicente Ferrer (5 de abril); Carniceros: San Adrián (28 de septiembre); Choferes: San Cristóbal (30 de agosto); Comediantes: San Vito (15 de junio); Cocineros: Santa Marta (29 de julio);Dentistas: San Apolinar (9 de febrero); Doctores: San Lucas (18 de octubre); Editores: San Juan Bosco (31 de enero); Pescadores: San Andrés (30 de noviembre); Floristas: Santa Dorotea (6 de febrero); Obreros: Santiago el mayor (25 de julio); Cazadores: San Humberto (3 de noviembre); Abogados: San Ives (19 de mayo); Mercaderes: San Jerónimo (30 de septiembre); Mineros: San Francisco de Asís (4 de octubre); Músicos: Santa Bárbara (4 de diciembre); Notarios: Santa Cecilia (22 de noviembre); Enfermeras: San Marcos Evangelista (30 de abril); Pintores: Santa Catalina (25 de abril); Policías: San Lucas (18 de octubre); Carteros: San Miguel (29 de septiembre); Científicos: San Gabriel (24 de marzo); Cantantes: San Alberto (15 de noviembre); Estenógrafos: San Gregorio (12 de marzo); Estudiantes: San Genecio (25 de agosto); Sastres: Santo Tomás de Aquino (7 de mayo); Cobradores: San Bonifacio (5 de junio); De impuestos: San Mateo (21 de septiembre); Profesores: San Gregorio el grande (12 de mayo)…


Bibliografía:

[1] En el principio, pág. 65. [2] Enciclopedia de religiones, Vol. 2, pág. 78. [3] La Historia del mundo, según historiadores, Vol. 1 pág. 518. [4] Historia de los cultos mundiales, pág. 621. [5] Durant, Vol. 3, págs. 61-63; Culto del Mundo, pág. 179; Vida en el mundo romano, pág. 377.

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