domingo, 15 de mayo de 2011

Herejías modernas: La Santa Muerte, ¿Angel o Demonio?


Los adeptos y promotores del culto a la muerte parecen deleitarse en la confección de la mitología de su objeto de veneración y hasta adoración, en este ejercicio que no tiene ni pizca de fundamento bíblico o siquiera filosófico, imaginan a este ente disputándose entre el bien y el mal, sin embargo, es necesario mencionar que sólo el hombre es quien de alguna manera se encuentra en este dilema y sólo mientras permanece en la tierra, si el objeto de veneración y hasta adoración de los adeptos del culto a la muerte es congruente con la teología seria y aceptada, entonces como “angel” no es posible que se encuentre en tal dilema, no existe tal cosa como un angel bienaventurado o un demonio infernal que unas veces sea bueno y otras malo, esta concepción es contraria a la misma naturaleza angélica.

Dice San Juan Damasceno:

“Pero su voluntad está obstinada en el mal (la de los demonios), como la de los ángeles está confirmada en el bien. Esta condición es inherente a su naturaleza de puros espíritus: Lo que la muerte es para los hombres, la caída lo es para los ángeles”.

Y Santo Tomás de Aquino dice lo siguiente:

“Mientras que en el hombre el libre albedrío permanece flexible entre objetos opuestos después de la elección como antes de ella, en el ángel, al contrario, queda irrevocablemente fijo por la elección”. (La pena de los demonios (Q. LXIV) Art. 2)

“Relegados en el infierno para sufrir allí su castigo, los demonios se reparten también en la atmósfera para tentar a los hombres (Efesios VI, 12). Esto ocurre con el permiso de Dios, quien para permitir a los hombres el merecer su salvación, por una parte sostiene en la práctica del bien por el ministerio de los ángeles, y por otra parte los obliga a LUCHAR CONTRA EL MAL organizado por los demonios”. (La pena de los demonios (Q. LXIV) Art. 4)

Isaías XIV, 13-15 Y tu decías en tu corazón: Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas del cielo, elevaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en las profundidades del aquilón. Subiré sobre las cumbres de las nubes, y seré igual al Altísimo. Pues bien al “seol” has bajado, a las profundidades del abismo.

La adoración a los ángeles está condenada:

Colosenses II,18 Que nadie os defraude de vuestro premio [la salvación eterna] con afectada humildad y culto de ángeles, haciendo alarde de las cosas que pretende haber visto, vanamente hinchado por su propia inteligencia carnal.

Los ángeles [bienaventurados] se niegan a ser adorados:

Apocalipsis XIX,10 Caí entonces a sus pies para adorarlo. Mas él me dijo: “Guárdate de hacerlo. Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. A Dios adora…”

Apocalipsis XXII,8-9 Yo, Juan, soy el que he oído y visto estas cosas. Y cuando las oí y ví, me postré ante los pies del ángel para adorarlo. Mas él me dijo: “Guárdate de hacerlo, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. A Dios adora.”

El demonio desea ser adorado, es decir, suplantar a Dios:

Mateo IV,9 le dijo [el diablo o demonio ¡a nada menos que a Jesús!]: Todo esto te daré si de hinojos [de rodillas] me adorares.


Conclusión

Una breve consideración de las Escrituras y la Tradición nos revelan la verdadera naturaleza de ese ente venerado y hasta adorado en el culto a la muerte y que toma el nombre de Santa Muerte o Angel de la Muerte, debido a que sus adeptos y promotores lo relacionan en primer lugar con una transgresión evidente al primer mandamiento divino, así como a la aceptación pública de diversos pecados, actos de rebeldía en contra de la verdadera Iglesia de Jesucristo, la católica, por contravenir las doctrinas referentes a la salvación de los hombres y por una torpe exaltación de la muerte, y la innegable similitud con las prácticas satánicas, no podemos más que identificar a este ente llamado Santa Muerte o Ángel de la Muerte sino como una manifestación demoníaca que confunde a los hombres, pues sólo estos seres pretenden la suplantación de lo verdaderamente divino y sólo ellos podrían “vacilar” entre el mal y algo que parece el bien, sin serlo y con el único fin de perder a los hombres.

La Tradición católica siempre nos ha reafirmado que la Santísima Virgen María representa una gran ayuda en el trance de la muerte, en el paso de la vida terrenal, pero la ayuda que ella nos ofrece no es incondicional, debemos primero estar en gracia de Dios, es decir seguir a conciencia los Mandamientos divinos y si alguna vez, por debilidad caemos, ahí tenemos el recurso del sacramento de la confesión para congraciarnos nuevamente con Dios. Quienes han dado la espalda a Dios poniendo sus esperanzas en el ente demoníaco de la Santa Muerte o Ángel de la Muerte deben volver a Dios, por medio de su única Iglesia, que es la Iglesia Católica, utilizando sus sacramentos y viviendo conforme a los Mandamientos divinos y pidiendo el auxilio e intercesión de la Madre de Dios, pues ningún ángel y mucho menos un ángel del abismo o del infierno hará dichoso a nadie, ni en esta vida ni en la vida futura, ni en el trance de la muerte. Quien tenga familiares o amigos dentro de este culto, rece mucho por ellos, encomiéndelos a la Santísima Virgen María, quien tiene la facultad de aplastar la cabeza de la serpiente (Apocalipsis XII).

Dice Santo Tomás de Aquino:

“Jerarquía y órdenes angélicos son inaccesibles a los humanos desde el punto de vista natural, porque un ser no puede cambiar de naturaleza. Pero la gracia, sin destruir la naturaleza, la eleva y puede ponerla aun encima de otra naturaleza normalmente superior. Esto es lo que permite a los hombres desear una gloria igual a la de los ángeles: ‘Los santos serán como los ángeles de Dios en el cielo’ (Mateo 22, 30). ‘Los hijos de la resurrección serán iguales a los ángeles en los Cielos’ (Lucas 20, 30). Sin llegar a ser nunca propiamente hablando ángeles, los bienaventurados tienen rango entre los ángeles. Y la Virgen María está por encima de los ángeles” (Las jerarquías angélicas (Q. CVIII) Art. 8)

“Pero, cualquiera que sea su grado de perfección natural, los demonios están dominados por los ángeles bienaventurados, en la proporción misma que la gracia excede a la naturaleza. El último de los ángeles tiene así autoridad sobre el primero de los demonios…” (Las jerarquías angélicas (Q. CVIII) Art. 4 -fragmento-)

AMDG

Tomado de: https://bibliaytradicion.wordpress.com/

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