jueves, 12 de mayo de 2011

Evangelio del día 12 de mayo de 2011


Evangelio según San Juan 6,44-51. Jueves de la III Semana de Pascua


Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

Comentario:

"Nadie puede venir a mí, si no lo atrae mi Padre que me ha enviado" - Santa Teresa del Niño Jesús


Madre, creo necesario darle alguna explicación más sobre aquel pasaje del Cantar de los Cantares: «Atráeme y correremos», pues me parece que no quedó muy claro lo que quería decir.

«Nadie puede venir a mí, dice Jesús, si no lo trae mi Padre que me ha enviado». Y a continuación, con parábolas sublimes -y muchas veces incluso sin servirse de este medio, tan familiar para el pueblo-, nos enseña que basta llamar para que nos abran, buscar para encontrar, y tender humildemente la mano para recibir lo que pedimos...Dice también que todo lo que pidamos al Padre en su nombre nos lo concederá. Sin duda, por eso el Espíritu Santo, antes del nacimiento de Jesús, dictó esta oración profética: Atráeme y correremos.

¿Qué quiere decir, entonces, pedir ser atraídos, sino unirnos de una manera íntima al objeto que nos cautiva el corazón? Si el fuego y el hierro tuvieran inteligencia, y éste último dijera al otro «Atráeme», ¿no estaría demostrando que quiere identificarse con el fuego de tal manera que éste lo penetre y lo empape de su ardiente sustancia hasta parecer una sola cosa con él?

Madre querida, ésa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a él que sea él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré «Atráeme»; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su Amado.

Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva. Es cierto que, como santa María Magdalena, permanece a los pies de Jesús, escuchando sus palabras dulces e inflamadas. Parece que no da nada, pero da mucho más que Marta, que anda inquieta y nerviosa con muchas cosas y quisiera que su hermana la imitase.

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), Carmelita Descalza, Doctora de la Iglesia
Manuscrito Autobiográfico C, 35 r°

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