lunes, 11 de abril de 2011

Los Estigmas de Santa Gema Galgani


Gema, en perfecta salud, había deseado siempre ser consagrada monja, pero esto no iba a ser así. Dios tenía otros planes para ella. El 8 de junio de 1988, después de recibir la Comunión, Nuestro Señor dejó a su servidora saber que aquella misma noche le regalaría con una extraordinaria gracia. Gema fue a casa y rezó. Ella cayó en extasis y sintió un enorme remordimiento por pecar.

La bendita Virgen María, a quien Santa Gema era tremendamente devota, se le apareció y le habló: “Mi hijo Jesús te ama más allá de la medida, y desea darte una gracia: yo seré una madre para ti. ¿Serás tú una verdadera hija?” La bendita Virgen María abrió entonces su manto y cubrió a Gema con él.

Así es como Santa Gema relata cómo recibió los estigmas: “En ese momento Jesús apareció con todas sus heridas abiertas, pero de estas heridas ya no salía sangre, sino flamas. En un instante estas flamas me tocaron las manos, los pies y el corazón. Sentí como si estuviera muriendo, y habría caído al suelo de no haberme sostenido mi madre en alto, mientras todo el tiempo yo permanecía bajo su manto. Tuve que permanecer varias horas en esa posición.

Finalmente ella me besó en la frente y desapareció, y yo me encontré arrodillada. Yo aún sentía un gran dolor en las manos, los pies y el corazón. Me levanté para ir a la cama, y me di cuenta de que la sangre estaba brotando de aquellas partes donde yo sentía el dolor. Me las cubrí tan bien como pude, y entonces, ayudada por mi Angel, fui capaz de ir a la cama...”

Muchas gentes, incluyendo los respetados eclesiásticos de la Iglesia, fueron testigos de este milagro de los estigmas, los cuales recurrieron durante la mayor parte del resto de su vida.

Un testigo declaró: “La sangre salía (de Santa Gema) de sus heridas en gran abundancia. Cuando ella se levantaba, fluía al suelo, y cuando estaba en cama no sólo mojaba las sábanas, sino que saturaba el colchón entero. Yo medí algunos de estos arrollos o estanques de sangre, y eran de entre veinte y veinticinco pulgadas de largo y más o menos dos pulgadas de ancho”.

Como San Francisco de Asís y recientemente el Padre Pío, Gema también puede decir: “Nemo nihi molestus sit. Ego enim stigmanta Dimini Jesu in corpore meo porto”. Ningún hombre me dañe, puesto que llevo las marcas de Nuestro Señor en el cuerpo”.

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