sábado, 30 de abril de 2011

Evangelio del día 30 de abril de 2011




Evangelio según San Marcos 16,9-15. Sábado de la Octava de Pascua


Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación".


Comentario:


No era fácil la situación. Todo había sido demasiado real, demasiado duro, como para pensar ahora que había Jesús había resucitado. Pensaban que todo eran imaginaciones, visiones de unas mentes confusas y unos corazones destrozados, desilusionados ante un sueño que se les había venido abajo brutalmente, como para ahora pensar que todo había sido un sueño y, lógicamente, no les creyeron.

Esa desconfianza les costó un toque de atención serio por parte de Jesús. Tampoco le sorprendió de modo especial, qué podía esperar de aquellos hombres tan torpes para entender, pero al mismo tiempo cautivados por su fuerza. Así que después de la reprimenda viene el envío: "id y proclamad la buena noticia a toda la creación". Y a ella se lanzaron poniendo toda su vida en juego, ése será el gran milagro.

A mí me toca apoyarme en el testimonio de esos hombres y mujeres que trastocaron su vida, les he creído y apuesto con ellos la proclamación de tu evangelio. Hoy no sigue resonando como buena noticia para muchos, igual que entonces. Para muchos moriste entonces o ni siquiera exististe, y así nos debatimos en un mundo incierto y oscuro, cargado de malas noticias, demasiadas. Y siento que me urges a coger el testigo de aquellos hombres y mujeres para seguir anunciando que vives, que caminas con nosotros, para seguir proclamando tu evangelio de paz y de amor.



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