lunes, 13 de septiembre de 2010

Homilía segunda sobre la Ascensión del Señor - San Juan Crisóstomo


(La predicó el santo en Antioquía, pero fuera de la ciudad en un Martirio o Iglesia que estaba en un paso denominado Romanesia. Nada se ha sabido acerca de la fecha en que se predicó. Consta por ella que el Obispo de Antioquía profesaba grande veneración a las reliquias de los mártires. Estas anteriormente estaban bajo el pavimiento de la Iglesia; pero san Flaviano ordenó que se pusieran en un lugar alto y limpio, a fin de que quedaran decentemente expuestas a la veneración de los fieles. Una de las razones fue para que no estuvieran al lado de las cenizas de los herejes).

TAMBIÉN cuando hicimos memoria de la cruz celebramos la fiesta fuera de la ciudad. Y ahora que hacemos fiesta por la Ascensión del crucificado, de nuevo la celebramos fuera de la ciudad. Y esto no es porque despreciemos a la ciudad, sino porque queremos honrar a nuestros mártires. ¡No vayan a quejarse, y con razón, estos bienaventurados varones de nosotros! y a decirnos: "¡No fuimos dignos ni siquiera de ver celebrar una festividad de nuestro Señor en nuestras residencias!" Ni vayan a decir, quejándose con nosotros: "¡Derramamos nuestra sangre por la ciudad, y fuimos hallados dignos de que se nos cortara la cabeza en beneficio de la ciudad; y con todo no hemos merecido ver la celebración de un día de fiesta saludable en nuestras moradas!" Por esto, habiendo abandonado la ciudad, nos hemos apresurado a venir a los pies de estos santos, con ocasión de la festividad de hoy, y a presentarles nuestras excusas por el tiempo pasado.

Porque, si antes, cuando estos estrenuos atletas de la piedad estaban sepultados bajo el pavimiento, con todo era necesario recurrir a su patrocinio, mucho más necesario será hacerlo cuando estamos viendo puestas ya aparte las margaritas preciosas, cuando las ovejas han sido liberadas de los lobos, cuando los vivos se han apartado de los muertos.! Cierto es que tampoco anteriormente sufrieron daño ninguno por causa de la común sepultura con aquéllos: porque aquellos cuyos espíritus están en el cielo no pueden recibir daño en sus cuerpos a causa de la dicha vecindad. Las reliquias de aquellos cuyas almas están en las manos de Dios, no podían padecer nada a causa del sitio en que estaban ellos sepultados. De manera que a éstos no se les siguió daño alguno anteriormente. En cambio nuestro pueblo sí recibía un daño no pequeño, a causa del sitio en donde tales reliquias se encontraban. Porque, aunque concurría ciertamente a venerar las reliquias de los mártires, pero hacía sus preces entre dudas y vacilaciones, por ignorar cuáles eran los sepulcros de los santos y en dónde yacían ocultos sus verdaderos tesoros.

Sucedía como a los rebaños de ovejas, que llevados a beber con gozo en las fuentes cristalinas, una vez llegados a ellas y a sus límpidas aguas se encontraran cohibidos por un cierto asqueroso hedor y pestilencia que naciera de un sitio, aunque distinto, pero cercano: ¡así acontecía con este rebaño! ¡Acudía el pueblo a estas fuentes puras de los mártires! Pero al sentir el hedor de los herejes que ahí cerca brotaba, se encontraba cohibido. Y como lo notara este prudente Pastor y Maestro que todo lo dispone para la edificación de la Iglesia, no sufrió que por mjucho tiempo este daño se tuviera como cosa leve: ¡este Pastor, digo, ferviente emulador y amante de los mártires!.

¿Qué es pues lo que hace? ¡Considerad su prudencia! Obstruyó y cerró por debajo los ríos de la corriente fétida y turbulenta; y en cambio colocó en un sitio limpio y puro las fuentes cristalinas de los mártires. ¡Considera también cuánta humanidad ha mostrado para con los difuntos y cuánta reverencia para con los mártires y cuánto cuidado del pueblo! Humanidad para con los difuntos, pues no los sacó del sitio en donde yacían, sino que los dejó en donde estaban; reverencia para con los mártires pues los libró de aquella vecindad perversa; cuidado y solicitud para con el pueblo, pues no permitió que en adelante anduviera haciendo sus preces entre dudas y vacilaciones.

Por esto os hemos traído hasta acá. a fin de que la reunión sea más solemne y más espléndido el espectáculo; y esto no solamente por la concurrencia de los hombres, sino también de los mártires; ni solamente de los mártires, sino también de los ángeles. Porque también los ángeles están aquí presentes: ¡hoy se reúnen aquí los ángeles y los mártires! ¡Abre los ojos de la fe y podrás contemplar este espectáculo! Porque, si los aires están llenos de ángeles cuánto más la Iglesia; y si lo está la Iglesia, cuánto más el día de hoy en que fue llevado a los cielos el Rey de ellos. Y que todo el aire esté repleto de ángeles, oye cómo lo dice el apóstol, amonestando a las mujeres para que estén con la cabeza cubierta: Deben, dice, las mujeres tener los velos sobre sus cabezas a causa de los ángeles. Y también Jacob: ¡El ángel que me salvó desde mi juventud! 3 Y los que estaban en la casa con los apóstoles decían a Rodé, la doncella: ¡Es su ángel! 4 Y también decía Jacob: ¡He visto ejércitos de ángeles!.

Mas ¿por qué vio ejércitos y cohortes de ángeles sobre la tierra? Así como el rey dispone que por todas las ciudades haya soldados suyos, a fin de que no por amenazar alguna guerra sean devastadas con incursiones, así Dios opone ejércitos de ángeles a los demonios que vagan por el aire, fieros y crueles y suscitando guerras, como enemigos que son de la paz; y esto con el fin de que apenas aparezcan, al punto los repriman los ángel'es, y nos procuren una paz perpetua. Y para que entiendas que lo", ángeles son de paz, oye a los Diáconos que perpetuamente dicen en las oraciones: ¡Rogad al ángel de la paz!.

¿Ves, pues, cómo están aquí presentes los ángeles y los mártires? Pues ¿quiénes habrá más miserables que los que hoy han faltado a la presente reunión? ¿quiénes más felices que nosotros los que hemos concurrido y disfrutamos de esta festividad? ¡Pero, esto de los ángeles en otra ocasión lo trataremos! ¡Volvamos al asunto de la presente solemnidad!.

¿Y ¿qué clase de solemnidad es la presente? ¡Grande y veneranda, carísimos; y que sobrepasa todo sentido y entendimiento humano; y es digna de la munificencia de Dios que la instituyó. Porque hoy el género humano fue reconciliado con Dios; hoy la perpetua y larguísima guerra y enemistad quedó borrada y suprimida; hoy nos volvió una paz admirable y nunca jamás esperada. Porque ¿quién podía esperar que Dios se reconciliara con el hombre? Y esto no porque Dios sea inhumano, sino porque el siervo es tardo y perezoso: ¡No porque el Señor sea cruel y duro, sino porque el siervo es contumaz e ingrato!.

¿Quieres saber hasta qué punto habíamos exacerbado a este benignísimo y mansísimo Señor? ¡Porque es justo reconocer antes que nada el fundamento de nuestras enemistades, a fin de que cuando nos veamos, nosotros sus enemigos y contrarios, llenos de honores, admiremos la benignidad de quien nos los concede; y así no pensemos que este cambio se debe a nuestras buenas obras; y además, una vez vista la grandeza inmensa del beneficio, no nos cansemos de darle gracias por la grandeza de sus dones. ¿Quieres, pues, conocer en qué forma habíamos exacerbado a Señor tan liberal, manso, bueno, y que todo lo dispone para nuestra salud?

Hubo un tiempo en que pensó en borrar a todo nuestro humano linaje; y estaba de tal manera irritado que quería acabar con nosotros y nuestras esposas e hijos y bestias de carga y fieras y con toda la tierra. Y, si quieres, procuraré que oigas su sentencia misma: ¡Borraré, dice, al hombre que he criado, de la faz de la tierra toda, y los brutos y las bestias domésticas! ¡Porque me pesa de haber hecho al hombre! 6 Y para que conozcas que El no aborrecía nuestra naturaleza, sino nuestra malicia, El mismo que decía: ¡Borraré al hombre que he criado, de sobre la faz de la tierra!, ese mismo decía: ¡El tiempo de todo hombre ha venido para mí! 1 Ciertamente, si hubiera odiado al hombre, no hubiera hablado con el hombre. Ahora en cambio ves cómo no quiso llevar a cabo lo que había amenazado. Más aún: excusaba al siervo el Señor, y hablaba con él como con un amigo de su misma condición, y le exponía las causas del futuro desastre. Y no era esto para que el hombre conociera las causas, sino para que al insinuarlas a otros, los hiciera algo más temperantes.

Pero volvamos a lo que yo decía. De tan mala manera se portaba nuestro linaje anteriormente que estuvo en peligro de desaparecer de la tierra. Pues bien: nosotros, los que parecíamos indignos de vivir en la tierra, en este día hemos sido levantados al cielo. Los que no éramos dignos ni siquiera de mandar sobre la tierra, subimos al reino celeste allá arriba, entramos en el cielo y hemos obtenido un trono real y señorial. Y la naturaleza por culpa de la cual un Querubín quedó guardando el paraíso, esa ahora se asienta sobre todos los Querubines.

Mas ¿de qué manera admirable y excelsa sucedió esto? ¿De qué manera nosotros, que habíamos ofendido a una tan grande clemencia, y parecíamos indignos de vivir en la tierra, y habíamos caído de todo principado y honor aun terreno, hemos sido llevados a una tan excelsa altura? ¿Cómo se terminó esta guerra? ¿Cómo se aplacó esta ira? ¿Cómo? ¡Pues esto es lo admirable ! ¡que la paz se hizo provocándonos e invitándonos Dios, quien con todo derecho estaba irritado contra nosotros, a nosotros y no nosotros a El; nosotros los que con absoluta injusticia nos irritábamos contra El. ¡Somos embajadores de Cristo!, dice el apóstol, como si Dios exhortara por nuestro medio!

¿Qué es esto? El fue el ofendido con la injuria ¿y es El quien invita a la paz? ¡Así es la verdad! ¡como que El es Dios y por esto, como Padre benigno nos exhorta y anima! Pero observa cómo está este negocio: el Hijo es el1 mediador del que exhorta e invita, ¡y no es puro hombre, ni ángel, ni arcángel ni alguno de los servidores de Dios! Y ¿qué hace el Mediador? ¡Hace obra de Mediador! Porque así como cuando dos andan enemistados y no quieren ser reducidos a paz y mutua concordia, viniendo un tercero e interponiéndose, pone fin a las enemistades de ambos, así hizo Cristo. Airado estaba Dios con nosotros y nosotros estábamos apartados de El. Entonces Cristo, interponiéndose, reconcilió a ambas naturalezas.

¿En qué forma se constituyó Medianero? Tomó sobre sí la pena que el Padre nos había de aplicar, y el suplicio y castigo enviado del cielo, y las afrentas: ¡todo eso lo tomó sobre sí en este mundo! ¿Quieres ver cómo El tomó sobre sí todas esas cosas? Cristo, dice Pablo, nos redimió de la maldición de la Ley haciéndose por nosotros maldición? ¿Ves cómo recibió El la pena impuesta desde el cielo? Pues mira también cómo soportó en la tierra las afrentas: ¡Los oprobios, dice en el salmo, de los que te afrentaban cayeron sobre mí!10 ¿Ves ahora de qué modo arregló las enemistades? ¿ves cómo no desistió de hacer, padecer y realizar cuanto estuvo en su mano hasta que volvió a la gracia de Dios al enemigo y adversario?

Pues, de tantos bienes, la causa es este día. Porque así como había tomado las primicias de nuestra naturaleza, así hoy las devolvió al Señor. Y, como sucede en los campos, que alguno forma un manojito con unas pocas espigas recogidas y lo ofrece a Dios y así todo el campo queda bendito con aquella pequenez, así lo hizo Cristo, quien por medio de aquella su carne y primicias, procuró que fuera bendecido todo nuestro linaje. Pero dirá alguno: ¡si convenía que se ofrecieran primicias, debía haberse ofrecido aquel primer hombre que fue criado, porque las primicias son lo primero que se cosecha y lo primero que germina! ¡No, carísimo! ¡No son primicias ni han de estimarse tales, si ofrecemos el primer fruto exiguo y raquítico; sino cuando ofrecemos un fruto perfectamente logrado. Y pues aquel primer fruto se manchó con el pecado, por eso no fue ofrecido aun siendo el primero. Este otro, en cambio, exento estaba de pecado, y por esto fue ofrecido aunque vino después ¡porque en realidad éstas son las primicias!.

Y para que conozcas que no se llama primicias precisamente al primer fruto que germina, sino al fruto que es perfecto, generoso y que ha llegado a todo su oportuno vigor y perfección, voy a traerte el testimonio de las Escrituras: Cuando hubieres entrado en la tierra de promisión que Dios te da, dijo Moisés; y plantareis árboles frutales de cualquier especie que sirvan de alimento, miraréis sus frutos como impuros durante tres años, y al cuarto ese fruto será santificado para Dios. - Si primicias fueran los primeros frutos que se producen, convenía ofrecer al Steñor los que brotaran en el primer año. Ahora en cambio dice: por tres años tendrás su fruto como impuro y lo dejarás, porque el árbol está tierno aún y es débil y sus frutos son precoces e inmaduros. En cambio, al cuarto año, dice, los frutos serán santos para el Señor.

Advierte en esto la sabiduría del legislador, que no permitió ni siquiera el que aquellos frutos se comieran a fin de que nadie gustara de ellos antes que el Señor; ni tampoco ordenó que se ofrecieran al Señor, por ser ellos inmaduros aún y no sazones. ¡Deja ese fruto, dice, porque es primerizo! ¡tampoco lo ofrezcas porque es indigno de la majestad del que lo ha de aceptar! ¿Ves, pues, cómo no se llaman primicias los frutos primeros que brotan, sino los ya sazones y perfectos? Esto lo hemos dicho por la carne que ofreció Cristo. Ofreció las primicias de nuestra naturaleza al Padre. Y de tal manera admiró al Padre el don que se le ofrecía, tanto por la dignidad del que lo ofrecía como por la pureza de lo que era ofrecido, que lo tomó con sus propias manos y lo colocó junto a sí, y le dijo: ¡Siéntate a mi diestra!

Pero ¿a qué naturaleza dijo Dios siéntate a mi derecha? Es claro que se lo dijo a la misma que había oído: ¡Polvo eres y en polvo te ha,s de convertir! ¿Acaso no era suficiente con subir a los cielos? ¿Acaso no era suficiente con estar entre los ángeles? ¿Acaso no era ya esto un honor inefable? ¡Pues subió más arriba de los ánge'es; dejó atrás a los arcángeles, sobrepasó a los Querubines, subió sobre los Serafines, pasó de largo las Potestades; y no se detuvo hasta que alcanzó el trono del Señor! ¿Consideras la distancia que media entre el cielo y la tierra? O, mejor: ¡comencemos de mero abajo! ¿Observas cuan grande intervalo hay entre el infierno y la tierra? ¿y cuánto de la tierra al cielo? ¿y cuánto del cielo hasta el cielo más elevado? ¿y de éste a los ángeles, y a los arcángeles, y a las Potestades celestes, y al trono mismo del Rey? ¡Pues, por encima de todo ese intermedio levantó El a nuestra naturaleza!.

¡Mira en qué lugar tan bajo estaba ella antes y cuan alto subió! Porque era imposible bajar más de lo que el hombre bajó, ni subir más arriba de donde la llevó Cristo. Esto lo decía claramente Pablo: ¡El mismo que bajó, ese mismo es el que ascendió.'!* Y ¿a dónde descendió?: a las partes más bajas de ¡a tierra. ¡Subió, en cambio, sobre todos los cielos! ¡Conoce bien quién es el que ascendió y de qué naturaleza es, y en qué estado se encontraba anteriormente esa naturaleza! Con gusto me detengo en la vileza de nuestro linaje, para que mejor comprendamos el honor que nos ha venido por la benignidad del Señor. ¡Eramos tierra y polvo! Pero esto no era pecado, sino deficiencia de la naturaleza misma. Pero nos hicimos más estultos que los irracionales. Porque: El hombre fue comparado con los jumentos faltos de razón y se hizo semejante a ellos.

Pero, es hacerse peor que animales que no tienen razón, eso de que alguno se haga semejante a ellos. Porque, el que uno, por naturaleza, sea irracional y así permanezca, es cosa natural. Mas, el que los dotados de pensamiento y razón caigan en semejante locura, esto es culpa de la voluntad. Cuando, pues, oyes que el hombre se hizo semejante a los animales que no tienen razón, no pienses que lo dijo la Escritura para manifestar que los hombres eran iguales a las bestias, sino que quiso demostrar que se hicieron peores que ellas. Porque nos hicimos peores que los irracionales y más insensatos que ellos. Y esto, no porque en cuanto hombres nos hayamos rebajado hasta allá, sino porque nos deslizamos a mayor ingratitud.

Manifestando esto Isaías decía: ¡Conoció el buey a su dueño y el asno el pesebre de su señor! ¡pero Israel no me conoció! Por lo demás no nos quedemos confundidos por lo dicho anteriormente; porque en donde abundó el delito ahí sobreabundó la gracia. ¿Viste cómo fuimos más insensatos que los jumentos? ¿Quieres ver ahora cómo fuimos más insensatos que las aves?: ¡La tórtola y la golondrina y las aves del campo conocieron el tiempo de sus emigraciones, pero mi pueblo no conoce mis juicios! De manera que se nos comprueba ser más insensatos que los jumentos, los bueyes, los volátiles, la tórtola y la golondrina.

¿Quieres conocer además otra necedad nuestra? ¿pues se nos remite, para que también de ellas aprendamos, a las hormigas! ¡Hasta tal punto habíamos perdido el natural entendimiento! ¡Anda a la hormiga, dice, y considera sus caminos! 20 Hemos sido hechos discípulos de la hormiga, nosotros los que habíamos sido hechos a la imagen de Dios! Pero ¿qué digo de la hormiga? ¡Acabamos por ser más estultos que las piedras! ¿Quieres que también de esto te traiga un testimonio? ¡Oíd, montes! ¡y vosotros, cimientos inconmovibles de la tierra! ¡porque tiene Y ave una querella con su pueblo! 2!1 ¿Contra los hombres ejerces tu juicio y convocas a los fundamentos de la tierra? ¡Claro que sí, dice: porque los hombres se han hecho más necios que los fundamentos de la tierra!.

Pero ¿qué otro exceso de malicia buscas entre los hombres, cuando se nos encuentra más necios que los asnos, más irracionales que los bueyes, más ingratos que la tórtola y la golondrina, más locos que la hormiga, más estúpidos que las piedras mismas, y finalmente del todo parecidos a las serpientes? Porque dice: Su furor es semejante al de la serpiente: veneno de áspides hay en su boca! 22 Pero ¿qué necesidad hay de traer a la memoria la estolidez y necedad de los irracionales, cuando parece que somos llamados incluso hijos del diablo? Porque dice: ¡Vosotros sois hijos del diablo!.

Y con todo, nosotros los estultos, los ingratos, los necios, los más insensibles que las mismas piedras, los que éramos los más abyectos y vilísimos de todos los seres ... ¿cómo lo diré? ¿qué palabras usaré? ¿Cómo declararé esto? ¿De donde sacaré expresiones? ... ¡Esa vilísima naturaleza nuestra, que era la más imbécil de todas! ¿que haya sido elevada y sublimada más que todas? ¡Hoy recibieron los ángeles lo que hacía tiempo deseaban! ¡hoy vieron los arcángeles lo que hacía tiempo anhelaban!.

¡hoy vineron a nuestra naturaleza en el trono real, brillante a la manera del rayo, por la gloria y la belleza inmortal! Porque, aunque nuestra naturaleza, por el honor que se le concedía superaba a todos, pero todos se alegraron de nuestro bien, del mismo modo que todos, cuando éramos castigados, se condolían.

Guando los Querubines custodiaban el paraíso, se dolían de nuestra caída. A la manera que un siervo a otro consiervo suyo, aprehendido y encarcelado por su señor, lo custodia, es verdad, y sin embargo, llevado de la conmiseración para su consiervo, se duele y se angustia por lo que le ha sucedido, del mismo modo los Querubines recibieron el paraíso para custodiarlo, pero se dolían de tener que custodiarlo. Y para que entiendas que se dolían te lo aclararé con ejemplos humanos. Porque cuando veas a los hombres compadecerse de sus consiervos, ya no te quedará duda acerca de los Querubines, puesto que aquellas Potestades son más benignas que los hombres. Pues bien: ¿qué varón justo ha habido que no se doliera cuando los hombres eran castigados, aun siéndolo justamente, por sus infinitas iniquidades? Porque esto es digno de admiración: que a pesar de que conocían los pecados de ellos y que habían ofendido a su Señor, con todo se condolían del castigo.

De este modo se dolía Moisés, tras del pecado de idolatría de su pueblo; y decía: ¡O les perdonas este pecado o bórrame del libro que tienes escrito! ¿Qué significa esto? ¿Estás viendo la impiedad de los hombres y te dueles de sus aflicciones? ¡Precisamente por eso me duelo, dice: así porque son castigados como porque dan justo motivo para el castigo! También Ezequiel, como viera al ángel que hería al pueblo, llorando exclamó con una gran voz: ¡Ay de mí, Señor! ¿Acabarás con las reliquias de Israel? 25 y Jeremías: ¡Corrígenos, Señor, con suavidad y no con ira; no sea que nos destruyas! 26 Si pues Moisés, Ezequiel y Jeremías se contristaron por aquéllos ¿no se conmoverán las Potestades del cielo por nuestros males? Pero ¿con qué argumento podría hacerse eso creíble?

En confirmación de que tienen ellos nuestras cosas como propias, oye cuánto gozo tuvieron cuando vieron al Señor reconciliado con nosotros. Puesto que si antes no se hubieran condolido, tampoco se habrían después llenado de gozo y regocijo. Y que se alegraron es manifiesto por lo que dijo Cristo, que: Habrá gozo en el cielo (y en la tierra) por un pecador que hace penitenciad Pues si por un pecador que los ángeles ven que se convierte se alegran ¿cómo puede ser que no se alegren, y aun en sumo grado, cuando ven a toda la naturaleza humana metida en los cielos en las primicias de ella?

Conoce tú, también por otro capítulo, la alegría de las cohortes celestiales a causa de nuestra reconciliación. Porque cuando nuestro Señor nació según la carne, como vieran ellas, por ese mismo hecho, al hombre ya reconciliado, puesto que si Dios no sé hubiera reconciliado nunca se habría abajado en tal manera; pues, como esto vieran, formando coros acá en la tierra cantaban: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! :2 precisamente aquellos hombres que anteriormente habían sido declarados enemigos e insensatos. ¿Has visto cómo alaban a Dios por los bienes de otros; o mejor dicho por los bienes propios, puesto que ellos estiman ser propios suyos nuestros bienes? ¿Quieres ver también cómo se alegraban de que alguna vez verían al hombre ascendiendo a los cielos y de ello se regocijaban? ¡Oye al mismo Cristo que dice que ascendían y descendían continuamente! Porque esto es lo propio de quienes desean algún admirable espectáculo! ¿De dónde consta que ellos continuamente ascendían y descendían? Oye a Cristo que dice: ¡Veréis los cielos abiertos, y a los ángeles de Dios que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre!

¡Costumbre es ésta de los que aman: que no esperan al tiempo sino que anticipan el tiempo establecido, a causa de su alegría! Por esto descienden empujados por el deseo de contemplar aquel espectáculo inaudito y nuevo; es a saber al hombre que se muestra en el cielo. Por esto los ángeles se dejan ver en todas partes: cuando nació y cuando resucitó y también hoy cuando subió a los cielos. Porque dice el Evangelista: He aquí que dos. . . en vestiduras blancas...: 30 significaban con las vestiduras su alegría. Y dijeron a los discípulos: ¡Varones de Galilea! ¿qué hacéis mirando al cielo? ¡Este Jesús que ha sido llevado al cielo de entre vosotros, así vendrá, como lo habéis visto ir al cielo!.

Ahora, atendedme con toda diligencia. ¿Por qué dicen eso? ¿Acaso porque los discípulos no tuvieran ojos o no hubieran visto lo que había sucedido? Pero ¿no dice el Evangelista que viéndolo ellos se elevó? Entonces ¿por qué motivo se les acercan los ángeles y les enseñan que había subido a los cielos? Por estas dos causas. La primera, porque ellos se dolían de que Cristo se apartase de ellos. Y que se dolieran, oye cómo les dice El: ¿Ninguno de vosotros me pregunta a dónde vas, sino que, porque os dije esto la tristeza ha henchido vuestro corazón? Porque si no soportamos que se aparten de nosotros nuestros consanguíneos y amigos ¿cómo no se' habían de doler abiertamente los discípulos viendo apartarse de ellos a su Salvador, Maestro y Cuidador benignísimo y mansísimo y excelentísimo? ¿Cómo no se iban a contristar? Pues por esto se les acercó el ángel para mitigar su dolor, nacido de aquel apartarse, mediante la memoria del regreso y así consolarlos.

Por esto les dice: ¡Este Jesús que ha sido llevado de entre vosotros al cielo, del mismo modo regresará! Como si les dijera: ¿Os doléis de que haya sido llevado? Pues no queráis doleros más, porque de nuevo regresará. Y para que no hicieran ellos lo que hizo Eliseo cuando vio que su Maestro era llevado, que rasgó sus vestiduras a causa de que no había nadie que le dijera que de nuevo había Elias de volver; pues para que no hicieran eso, se les acercaron los ángeles y aliviaron y consolaron su tristeza. Y ésta es la primera causa de que se presenten ahí los ángeles.

La segunda causa no es de menor importancia. Y por esto añadió:que ha sido llevado. ¿Qué significa esto? Que ha sido llevado a los cielos. Ingente era el intermedio y no basta la fuerza de nuestras miradas para ver que aquel cuerpo era llevado hasta el cielo; sino que, a la manera de una ave que anda volando, cuanto más alto vuela tanto más se sustrae a nuestras miradas, así aquel cuerpo, cuanto más alto era llevado tanto

más se escondía; puesto que no podían los ojos seguirlo con tan grande espacio puesto intermedio. Por esto, pues, se presentaron los ángeles; para adoctrinarlos acerca de su ascensión a los cielos; y para que no pensaran que El sólo aparentemente había subido a los cielos, al modo de Elias, sino que verdaderamente había subido a los cielos. Y por esto dice: El cual ha sido llevado de entre vosotros al cielo.

Porque no dijeron esto al acaso. Más aún: Elias fue aparentemente llevado al cielo, porque era siervo; pero Jesús lo fue de verdad porque era el Señor. Aquél lo fue en un carro de fuego, éste en una nube. Porque cuando había de ser llamado el siervo, convenía enviar un carro; pero cuando el Hijo, entonces un trono real; y no sólo un trono real', sino el trono mismo del Padre. Porque del Padre dice Isaías: ¡He aquí que el Señor se asienta en una nube ligera! 32 Pues así como El se asienta en una nube ligera, así envió al Hijo una nube. Elias, al subir, dejó caer sobre Elíseo una piel de oveja. Pero Jesús, al subir, envió a sus discípulos dones de gracias, con los que hizo, no otro profeta, sino infinitos Elíseos y aun mucho mayores y más ilustres que aquél.

¡Levantémosnos, pues, carísimos; y dirijamos los ojos de nuestra mente a este regreso! Porque Pablo dice: El mismo bajará de los cielos a una orden, a la voz del arcángel; y nosotros los vivos, los que quedamos, junto con ellos seremos arrebatados en las nubes al encuentro del Señor por los aires, pero no todos. Y que no todos seremos arrebatados, sino que unos quedarán y otros serán arrebatados, oye cómo lo dice Cristo: Entonces estarán dos moliendo en la misma piedra: una será tomada y otra dejada. Estarán dos en el mismo lecho y uno será tomado y el otro dejado. ¿Qué significa este enigma? ¿qué significa este recóndito misterio? ¡Por la piedra de moler nos señala a todos los que viven en la pobreza y la miseria; por el lecho y el descanso a todos los que abundan en riquezas y brillan con honores! Y para indicar que de entre los pobres unos serán salvos y otros se condenarán, dijo que de la piedra de moler una será tomada y la otra dejada; y de los que estarán en el lecho, uno será tomado y otro dejado; para significar que los pecadores serán dejados acá. en espera de los suplicios, mientras que los justos serán arrebatados en una nube.

Porque a la manera que cuando un rey entra en una ciudad, a unos los constituye en dignidades y honores; y los que más valen ante él y tienen su gracia, salen de la ciudad y avanzan a su encuentro; pero los reos y los criminales se guardan allá dentro, mientras el rey pronuncia sentencia, así cuando venga el Señor, unos, los que tienen su confianza, le saldrán al encuentro en medio de los aires, mientras que los condenados y que tienen conciencia de muchos pecados, esperarán acá al Juez. ¡Entonces también nosotros seremos arrebatados ... ! Pero, no dije nosotros poniéndome en el número y grupo de los que serán arrebatados, porque no estoy tan falto de sentido común y de entendimiento que ignore mis pecados propios. Y si no temiera turbar la alegría de la presente festividad, cierto que lloraría amarguísimamente, al recordar esas palabras y al mismo tiempo mis pecados.

Mas, como no deseo perturbar el gozo de la presente festividad, termino aquí mi discurso, dejándoos fresca y reciente la memoria de aquel día, a fin de que no se gloríe el rico en sus riquezas ni el pobre se tenga por miserable en su pobreza; sino que cada cual, según lo que sabe de sí, haga lo uno o lo otro. Porque ni el rico es feliz ni el pobre miserable: ¡feliz es y felicísimo quien fuere digno de ese arrebatarlo en las nubes, aunque sea el más pobre de todos; así como al revés, quien lo pierda será miserable y miserabilísimo, aunque sea el más rico de todos.

Por esto digo que quienes hayamos pecado, lloremos sobre nosotros mismos; y los que brillan por sus buenas obras, que se llenen de confianza; y no solamente confíen sino que se confirmen en sus procederes; y los otros que no solamente lloren sino que se conviertan y cambien de vida. Porque puede también aquel que vivió malamente, haciendo a un lado la mala vida, pasar al camino de la virtud y hacerse igual a quienes desde el principio llevaron bien su vida: ¡cosa que también nosotros debemos procurar!.

Quienes tienen conciencia de llevar bien su vida, perseveren en la piedad y aumenten constantemente ese excelente tesoro, añadiendo de continuo algo a su primera confianza. Y nosotros, los que andamos llenos de temor y desconfiamos de aquel ser arrebatados, y tenemos conciencia de haber cometido muchos pecados, cambiemos en mejor nuestra vida; a fin de que, habiendo llegado a la confianza misma de aquellos otros, todos juntamente y con un solo ánimo, recibamos, con la debida gloría, al Rey de los ángeles; y gocemos de aquella bienaventurada alegría en Cristo Jesús y Señor nuestro, a quien sea la gloria y el poder con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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