viernes, 13 de agosto de 2010

María y los Padres de la Iglesia


1. MADRE

Según San Ambrosio, se puede decir también de cada uno que da a luz a Cristo y es, por tanto, su madre. Dice así: "El alma fiel se hace "María", concibe a Cristo por la fe, le da a luz espiritualmente, al modo como un día la Magdalena antes de convertirse al Señor, fue llamada por El "mujer", y después de convertida "María". San Ambrosio dice de la aparición del Resucitado a Magdalena: "Entonces le dijo el Señor: María, mírame. En el tiempo en que no cree, es mujer; cuando empieza a convertirse, es llamada María, esto es, recibe el nombre de la que dio a luz a Cristo, pues es alma que espiritualmente da a luz a Cristo". De aquí se deduce para el pastor de almas, Ambrosio, el aviso de tender a la santidad: "No todos dan a luz, no todos son perfectos, no todos pueden decir: dimos a luz el espíritu de salud en la tierra (Is. 26, 18); no todos son Marías que conciben a Cristo del Espíritu Santo y paren al Verbo... Hay muchos padres por el Evangelio y muchas madres que dan a luz a Cristo. ¿Quién me mostrará los padres de Cristo? El mismo los mostró diciendo: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos...? Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos ése es mi hermano y mi hermana y mi madre." Haz la voluntad del Padre para que seas madre de Cristo. Muchos concibieron a Cristo y no le dieron a luz. Quien da a luz la justicia, da a luz a Cristo; quien da a luz a la sabiduría, da a luz a Cristo, quien da a luz la palabra, da a luz a Cristo". En su comentario al Evangelio de San Lucas dice: "Tú, alma, que creíste en Dios, sé mujer fuerte como aquélla, sea el alma de la Iglesia sea la Iglesia misma, de la que dice Salomón: "La mujer fuerte, ¿quién la hallará?" (Prov. 31, 10).

Según San Ambrosio, cada fiel cristiano debe ser marial, pues concibe al Verbo de Dios. Dice así a propósito de Lc. 1, 45: "Bienaventurados también vosotros, que oísteis y creísteis, pues el alma que cree, concibe y engendra al Verbo de Dios... Habite en cada uno de vosotros el alma de María, para que alabe al Señor, habite asimismo el espíritu de María, para que se alegre en Dios. Si no hay más que una madre de Cristo, según la carne, sin embargo Cristo es el fruto de todos, según la fe. Pues toda alma inmaculada y libre de pecado... engendra al Verbo de Dios. Por tanto, un alma así engrandece al Señor al modo como lo hizo el alma de María y al modo también como se alegró su espíritu en Dios su Salvador". Exhorta otra vez a sus oyentes: "Imitad a aquella a quien tan hermosamente se aplica lo que se dijo de la Iglesia: "Qué bellos son tus pies con las sandalias" (/Ct/07/02), pues es bello el caminar de la Iglesia en la predicación del Evangelio. Es bello, asimismo, el caminar del alma que se sirve de su cuerpo como de calzado para que, sin que nada le estorbe, pueda ir donde le plazca. Con este calzado caminó hermosamente María, la cual, virgen, engendró al autor de la salud sin mezcla alguna de carnal comercio... En consecuencia, son hermosos tanto los pies de María como los de la Iglesia, porque son hermosos los pies de los que evangelizan. ¡Qué hermoso es también lo que en figura de la Iglesia se profetizó de María, siempre que no se consideren tanto los miembros del cuerpo; cuanto los misterios de su alumbramiento! (Cant. 7, 1_3)".

En san Agustín resalta con más fuerza que en San Ambrosio la relación de la tipología mariana con la Iglesia toda. La concepción y nacimiento virginales de Cristo son para él un signo del nacimiento espiritual de los cristianos del seno de la Iglesia. "Alegraos, vírgenes de Cristo; la Madre de Cristo es vuestra compañera. No pudisteis engendrar a Cristo, pero os abstuvisteis de engendrar por amor a Cristo. El que no nació de vosotras, ha nacido para vosotras. Sin embargo, si como debierais hacerlo recordáis sus palabras, sois también vosotras sus madres, porque hacéis la voluntad de su Padre. El mismo dijo: "Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre" (/Mt/12/50). Alegraos, viudas de Cristo, ofrecisteis la santidad de la continencia al que hizo fecunda la virginidad. Alégrate también tú, castidad conyugal; alegraos vosotros, los que guardáis fidelidad a vuestros cónyuges, conservad en el corazón lo que perdisteis en el cuerpo. Donde ya no puede haber una carne libre de concúbito, haya una conciencia virgen en la fe, por la cual toda la Iglesia es virgen. En María una virginidad santa dio a luz a Cristo. En Ana, una viudez avanzada reconoció a Cristo niño. En Isabel, tanto la castidad conyugal como la senil fecundidad se consagraron a Cristo. Los distintos géneros de vida de los miembros creyentes aportaron a la cabeza cuanto por gracia de ésta les era dado aportar. Por consiguiente, puesto que Cristo es verdad, paz y justicia, concebidle en la fe y engendradle en las obras. para que vuestro corazón realice en la ley de Cristo lo mismo que María realizó en sus entrañas. ¿Cómo no vais a pertenecer al parto de la Virgen, siendo así que sois miembros de Cristo? María dio a luz a vuestra cabeza; vosotros, a la Iglesia. Porque también la Iglesia es virgen y madre: madre, por sus entrañas de caridad, y virgen. por la integridad de su fe y de su piedad. Engendra pueblos que son, sin embargo, miembros de Aquel que la tiene por cuerpo y por esposa, imitando también en esto a la Virgen, porque en muchos es madre de la unidad. Se dirige una vez así este Santo Padre a su oyentes: "Lo que admiráis en la carne de María realizadlo en las intimidades de vuestra alma. El que con el corazón creyere en la justicia, engendra a Cristo; el que con la boca le confiese, para la salvación le da a luz (Rom. 10, 10). Así, sobreabunde la fecundidad y establézcase la virginidad en vuestras almas".

En otro sermón expone San Agustín: "La Iglesia es virgen. Quizá alguien me diga: si es virgen, ¿cómo engendra hijos?; y si no engendra hijos, ¿cómo dimos nuestros nombres para nacer de sus entrañas? Respondo: Es virgen y a la vez engendra; imita a María que engendró al Señor. ¿No era virgen María y, sin embargo, engendró permaneciendo virgen? Lo mismo la Iglesia: engendra y es virgen. Y si reflexionas más detenidamente, también engendra a Cristo porque los bautizados son miembros de Cristo. "Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros" (1 Cor. 12, 27). Luego, si engendra a los miembros de Cristo, es del todo semejante a María".

I/VIRGEN FE/ VIRGINIDAD: La virginidad de la Iglesia consiste, según el Doctor africano, en que guarda íntegra la fe de Cristo. Ante todo, fue San Agustín quien interpretó esta idea de la virginidad de la Iglesia como su misterio mariano. Dice en un sermón de Navidad: "La Iglesia virgen celebra hoy el parto de la Virgen, ya que a ella se dirige el Apóstol cuando dice: "Os he desposado a un solo marido para presentaros a Cristo como casta virgen" (11 Cor. I1, 2)... ¿Por qué como virgen casta, sino en la integridad de la fe, de la esperanza y del amor? Por consiguiente, María guardó antes en el cuerpo la virginidad que luego llevaría Cristo al corazón de la Iglesia... No hubiera podido la Iglesia ser virgen, si no fuera su Esposo hijo de virgen".

En el sermón 213 dice: "Hizo virgen a la Iglesia que lo es en la fe. La Iglesia tiene pocas vírgenes, según la carne, consagradas a Dios. No obstante, debe tener a todos, tanto hombres como mujeres vírgenes según la fe".
En otro sermón exclama: "Ea. amadísimos, considerad cómo la Iglesia -esto es sabido- es esposa de Cristo, cómo es madre de Cristo -esto es más difícil de comprender, pero es cierto-. María la Virgen, le precede como imagen suya. ¿Por qué, os pregunto yo es María Madre de Cristo, sino porque da a luz a los miembros de Cristo? Vosotros a los que hablo, vosotros sois los miembros de Cristo. ¿Quién os ha dado a luz? Escuchad la voz de vuestro corazón. La Madre Iglesia. Esta madre santa, venerada, igual a María, da a luz y es, sin embargo, virgen; da a luz a Cristo, pues vosotros sois los miembros de Cristo".

En un sermón de Pascua, que se atribuye a Eusebio de las Galias o a Cesáreo de Arlés, se dice: "Alégrese la Iglesia de Cristo, que a semejanza de la bienaventurada María, enriquecida por la operación del Espíritu Santo, se hace madre de una prole divina... Mirad cuántos hermanos nos ha dado desde su integridad en una sola noche, la Iglesia, madre y esposa fecunda... Comparemos, si os place, estas dos madres; su maternidad fortalecerá nuestra fe en ellas. La sombra del Espíritu Santo colmó secretamente a María, y la infusión del Espíritu Santo en la fuente bendita obró lo mismo en la Iglesia. María engendró sin pecado a su Hijo y la Iglesia destruyó el pecado en aquellos que engendró. De María nació lo que era desde el principio; de la Iglesia renació lo que se perdió al principio. Aquélla engendró en favor de los pueblos; ésta, a los mismos pueblos. Aquélla, como sabemos, permaneciendo virgen, sólo engendró un Hijo; ésta incesantemente está dando a luz por obra de su Esposo virgen".


San Beda dice: "Todavía hoy, y así hasta la consumación de los siglos, está siendo concebido el Señor en Nazaret y está naciendo en Belén, siempre que cualquier oyente, después de haber recibido la flor de la palabra, se transforma en casa del Pan eterno. Cada día, en las entrañas virginales, esto es, en el espíritu de los fieles, es concebido por la fe y alumbrado por el bautismo. Cada día la Iglesia, madre de Dios, siguiendo a su maestro sube de Galilea, que significa "la rueda giratoria" de la vida mundana, a la ciudad de Judá, es decir, a la ciudad del reconocimiento y de la alabanza. y presenta al rey eterno la ofrenda de su devoción. Además, la Iglesia, siendo a semejanza de la bienaventurada Virgen María, esposa a la vez que inmaculada, nos concibe virgen del Espíritu Santo y virgen nos da a luz, sin sufrir los dolores del parto".

Isaac de Stella dice: "La cabeza y cuerpo de Cristo forman uno solo. No obstante, este Uno es Hijo de Dios en el cielo e Hijo de una madre en la tierra. Son muchos hijos y un solo Hijo. Así como la cabeza y el cuerpo son a la vez un hijo y muchos hijos, así María y la Iglesia son una madre y muchas madres, una virgen y muchas vírgenes. Ambas son madres y ambas vírgenes por obra del mismo Espíritu, sin la menor contaminaci6n carnal. Las dos, inmaculadas, dan hijos a Dios Padre. Aquélla, absolutamente libre de todo pecado, engendró la Cabeza en favor del cuerpo; ésta, por su parte, ofreció el cuerpo a la Cabeza, para remisión de todos los pecados. Las dos son madres de Cristo, pero ninguna de ellas sin la cooperación de la otra engendra al Cristo total. Por eso, lo que en las Escrituras, que están inspiradas por Dios, se dice universalmente de la Iglesia, madre virginal. se entiende con toda exactitud como dicho particularmente de la Virgen María; y lo que se afirma de la Virgen María especialmente, se afirma en un plano más general de la virgen madre Iglesia... Del mismo modo, de cualquier alma creyente se puede decir con toda verdad que es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y fecunda. La misma Sabiduría de Dios, que es el Verbo del Padre, nos habla universalmente respecto de la Iglesia, especialmente respecto de María e individualmente respecto del alma creyente". San Alberto Magno declara en su comentario al Apocalipsis: "Día a día la Iglesia da a luz al mismo Cristo por la fe en el corazón de los que escuchan".
SCHMAUS-8.Págs. 289-293

2. M/ San Agustín

Con sorprendente agudeza concluye San Agustín en una homilía:

"Os ruego, hermanos míos, paréis mientes, sobre todo, en lo dicho por el Señor, extendiendo su mano hacia los discípulos: éstos son mi Madre y mis hermanos; y al que hiciere la voluntad de mi Padre que me ha enviado, ése es mi padre, y mi hermano y mi hermana. ¿Por ventura, no hizo la voluntad del Padre la Virgen María, que dio fe y por la fe concibió y fue escogida para que, por su medio, naciera entre los hombres nuestra salud, y fue creada por Cristo antes de nacer Cristo de ella? Hizo por todo extremo la voluntad del Padre la Santa Virgen María, y mayor merecimiento de María es haber sido discípula de Cristo que Madre de Cristo; mayor ventura es haber sido discípula de Cristo que Madre de Cristo. María es bienaventurada porque antes de pedirle llevó en su seno al Maestro. Mira si no es verdad lo que digo. Pasando el Señor seguido de las turbas y haciendo milagros, una mujer exclama: "Bienaventurado el vientre que te llevó" (Lc. 11, 27); y el Señor, para que la ventura no se pusiera en la carne, responde: Bienaventurados más bien los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica. María es bienaventurada porque oyó la palabra de Dios y la puso en práctica, porque más guardó la verdad en la mente que la carne en el vientre. Verdad es Cristo, carne es Cristo. Verdad en la mente de María. Carne en el vientre de María, y vale más lo que se lleva en la mente que lo que se lleva en el vientre" (Sermón 25. Obras de •Agustín-san, t. VII. Sermones. B.A.C. Madrid, 1950).

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