lunes, 16 de marzo de 2009

Fuera de la Iglesia Católica no hay salvación


EXTRA ECCLESIAM NULLA SALUS... Es una verdad contundente que la Iglesia siempre ha creido, defendido y valorado a lo largo de toda su experiencia de Madre y Maestra. Reconocer esto es reconocer la acción salvífica de Cristo que a través de su Cuerpo Místico ha cumplido su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28, 19-20).


El hecho de que la Iglesia haya guardado con recelo la unicidad universal salvífica y que haya custodiado la pureza en la fe y en las costumbres, según lo estipulado en el contrado divino celebrado entre el Redentor (Mt 16, 18) y "el pequeño rebaño" (Lc 12,32) hace que este dogma sea un pilar de la doctrina eclesiológica católica.


Atañe mas que todo a tres aspectos fundamentales:


Ontológico. La Iglesia queda configurada como Cuerpo Místico de Cristo, que junto con su Cabeza conforman el Christus totus (CIC. 795; San Agustín, ev. Jo. 21, 8), de tal manera que hace indispensable la pertenencia al Pueblo elegido para ser partícipe de la promesa de rendención obrada en Cristo. Es condicio sine qua non es posible salvarse. Mas abajo subrayo la definición dogmática elaborada por Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam.
Así, de esta manera, quien tuviese la osadía de ir libre y voluntariamente y con previo conocimiento en contra de las directrices de la Iglesia en lo referente a la fe y a las costumbres queda automáticamente condenado a las penas reservadas al Demonio. Pero esto lo debemos de comprender en su correcto nivel ontológico. La Iglesia es un "instrumento de salvación" (LG 1) que, al estar en íntima relación con Cristo hasta el extremo de formar un único Cristo Total, entonces hace que sea revestida con un privilegio especial de poder ofrecer por adelantado muchos de los manjares que deleitaremos en el pairaiso, tal como la Eucaristía, Cuerpo de Cristo; la santidad, que será eterna en el cielo; y por ahora de un modo imperfecto el conocimiento mediato de Dios Uno y Trino mediante la fe, que en el cielo se convertirá en visión beatífica. De tal manera existe la Iglesia en sus tres grados: militante, purgante y triunfante (CIC 954), pero es una única Iglesia. Y quien por obstinación y siguiendo su propia conciencia obedeciendo a los hombres antes que a Dios dirige su inteligencia y voluntad contra la Iglesia Católica, que es el estado militante de la única Iglesia de Jesucristo, pues entonces no quiere salvarse, y quien no quiere salvarse pues sólo le queda la opción de la condenación eterna. Porque lo que llamamos popularmente como "cielo" no será otra que la pertenencia al estado de la Iglesia que se denomina triunfante, es decir, que ha vencido a la muerte y al pecado y ahora reina con su Dios y Redentor Jesucristo. En Ap. 7, 9 el evangelista nos hace una figura de esta Iglesia, la cual describe como "una multitud vestida de blanco". Aunque la Iglesia tenga infalibilidad para declarar que una persona humana está ya en el paraíso, ciertamente no tiene infalibilidad para declarar que alguien esté en el infierno, es más, nunca ha declarado en absoluto que alguna persona humana en concreto esté sufriendo las penas eternas, porque eso solo lo define el juicio particular de Dios Nuestro Señor. Pero la advertencia es clara: “Así pues, declaramos, afirmamos, determinamos y proclamamos que es necesario a toda creatura para su salvación sujetarse a la autoridad del pontífice romano.” La libertad para escoger esta puesta frente a nosotros. Hagamos caso a Dios Nuestro Señor que nos habla por boca del Papa Bonifacio VIII, sucesor de Simón Pedro a quién Nuestro Señor le dijo: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 17). Así, de esta manera, a nivel ontológico la Iglesia es necesaria para la salvación y fuera de ella nadie se salva, salvo por el juicio de Cristo.

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