lunes, 26 de enero de 2009

¿Reforma Litúrgica o Ruptura Litúrgica?



Si alguno dijere, que el Cánon de la Misa contiene errores, y que por esta causa se debe abrogar (cambiado); sea excomulgado. (Conc. de Trento C.. VI)
Si alguno dijere, que se debe condenar el rito de la Iglesia Romana, según el que se profieren en voz baja una parte del Cánon, y las palabras de la consagración; o que la Misa debe celebrarse sólo en lengua vulgar, o que no se debe mezclar el agua con el vino en el cáliz que se ha de ofrecer, porque esto es contra la institución de Cristo; sea excomulgado. (Conc. de Trento Can IX)
La Santa Iglesia de Dios, a experimentado a raíz del Concilio, una mutación en el Santo Sacrificio de la Misa, la cual no es, ni en parte lo que fue la Misa y los ritos establecidos por la Iglesia de todos los siglos, por el Concilio de Trento este enredo liturgico fue establecido por el Papa Pablo VI. Cambiado drasticamente el sacrificio por la "celebración", conviritiendo a la Iglesia reunida en una "asamblea", al sacerdote sacrificador, por el "animador" de la asamblea, por lo que todos los bautizados somos sacerdotes.
Consideraciones acerca del "Novus Ordo Missae"
El "Novus Ordo Missae" comprende las normas generales y el texto del Ordinario de la Misa. Ambos textos proponen una nueva Misa que no considera suficientemente las definiciones del Concilio de Trento que se refieren a esta cuestión, y por esta razón constituye un peligro serio para la integridad de la Fe Católica. Examinamos aquí sólo algunos puntos que, pensamos, manifiestan lo que afirmamos.
1. Noción de la Misa. En el n°7, el "Novus Ordo Missae" da la siguiente definición de la Misa: "La cena dominical es la sinaxis sagrada o la asamblea del pueblo de Dios reuniéndose bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor. Es por lo que vale eminentemente para la asamblea local de la Santa Iglesia la promesa de Cristo: "Allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos (Mt. 18, 20)"
En esta definición: -a) se insite sobre la Misa tomada como comida. De hecho, esta manera de concebir la Misa se halla frecuentemente a lo largo de todas las normas generales (cf. v.g. n° 8, 48, 55 d, 56, etc.). Incluso parece que la intención del nuevo "Ordo Missae" es inculcar este aspecto de la Misa. Lo cual se hace en detrimento del otro aspecto, esencial éste: la Misa es un sacrificio. De hecho, -b) en esta definición de la Misa en el n°7, el carácter de sacrificio de la Misa no está significado , al igual que, c) no se destaca el carácter sacramental del sacerdote que lo distingue de los fieles. Además, -d) no se dice nada del valor intrínseco de la Misa independientemente de la presencia de la asamblea. Por lo que hace suponer que no hay Misa sin la "congregatio populi", que es la "congregatio" la que define la Misa. Finalmente, -e) el texto deja aparentar una confusión entre la Presencia real y la presencia espiritual, al aplicar a la Misa solamente el texto de San Mateo en el cual no se habla más que de la presencia espiritual.
El equívoco entre la Presencia real y la presencia espiritual, ya señalado en el n°7, es confirmado por el n°8, que divide la Misa en "mesa de la palabra" y "mesa del Cuerpo del Señor", y omitiendo igualmente el carácter de sacrificio, el cual es principal en la Misa, ya que el aspecto de cena es sólo una consecuencia, como puede deducirse del canon 3 de la sesión XXII del Concilio de Trento.
Si alguno dijere, que el sacrificio de la Misa es solo sacrificio de alabanza, y de acción de gracias, o mero recuerdo del sacrificio consumado en la cruz; mas que no es propiciatorio; o que sólo aprovecha al que le recibe; y que no se debe ofrecer por los vivos, ni por los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones, ni otras necesidades; sea excomulgado (Conc. de Trento C. III).
Observamos que los dos textos de Vaticano II, citados en las notas, no justifican el concepto de la Misa propuesto en el texto. Observamos también que algunas expresiones, más o menos incidentes, en las cuales se hallan expresiones como ésta: En el Altar "sacrificium crucis sub signis sacramentalibus presens efficitur" (n°259), no son suficientes para disipar el concepto equívoco, ya inculcado en el lugar donde la Misa es descripta (n°7) y en muchos otros pasajes de las normas generales.
2. Finalidad de la Misa. La Misa es el sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad. Esa finalidad no aparece explícitamente en el Nuevo "Ordo". Por el contrario, lo que en la Misa de San Pío V hacía resaltar esta finalidad del Sacrificio, ha sido suprimido en el Nuevo "Ordo". Así con las oraciones: "Suscipe, Sancta Trinitas..." del Ofertorio y la oración final "Placeat, tibi, Sancta Trinitas..."; al igual que el Prefacio de la Santísima Trinidad que ha dejado de ser el Prefacio del domingo, día del Señor.
Además de "Sacrificium laudis SS. Trinitatis", la Misa es un sacrificio propiciatorio. El Concilio de Trento insiste mucho sobre este carácter, contra los errores de los protestantes (cap. 1 y can. 3). Ese fin no aparece explícitamente en el Nuevo "Ordo". Aquí y allí, se recuerda una u otra expresión que podrían comprenderse como implicando ese concepto. Pero no aparece nunca sin la sombra de una duda. Peor aún, está ausente cuando las normas generales designan la finalidad de la Misa (n°54). De hecho, para respetar la Teología de la Misa establecida por el Concilio de Trento, no basta con afirmar que busca la "santificación". No está claramente establecido que este concepto de santificación implique necesariamente el de propiciación. Además, la intención propiciatoria, perfectamente indicada en la Misa de San Pío V, desaparece en la nueva Misa. De hecho, las oraciones del Ofertorio, "Suscipe Sancte Pater...", "Offerimus, Tibi..." y la de la bendición del agua: "Deus que humanae substantiae... reformasti..." han sido reemplazadas por otras que no dicen nada de la propiciación. Inculcan más bien el sentido de banquete espiritual "panis vitae", "potus spiritualis".
3. Esencia del Sacrificio. La esencia del Sacrificio de la Misa está en la reiteración de lo que Jesús hizo en la Última Cena; no en el simple relato, aun acompañado de gestos. Por lo tanto, como lo señalan los moralistas, no basta con relatar históricamente lo que Jesús hizo. Es necesario pronunciar las palabras de la consagración con la intención de hacer lo que Jesús hizo, porque el sacerdote, cuando celebra, representa a Cristo. Opera "in persona Christi". En el Nuevo "Ordo", semejante realidad, sin embargo esencial, no es tomada en cuenta. Por el contrario, en el pasaje que subraya la parte narrativa, nada se dice de la noción de sacrificio propiamente. Por ejemplo, cuando expone la Oración eucarística, habla de "narratio institutionis" (n°54 d), de manera tal que las expresiones "Ecclesia memoriam ipsius Christi agit", y otra al fin de la consagración "Hoc facite in meam commemorationem", tienen claramente el sentido indicado en las normas generales precedentes (n°54 d). Observamos que la frase final de la consagración, "Haec quotiescunque feceritis, in mei memoriam facietis", era mucho más expresiva para decir que, en la Misa, se repite la acción de Jesucristo. Señalemos que el agregado, a las palabras esenciales de la consagración, de las expresiones: "Accipite et manducates omnes", y "Accipite et bibite exeo omnes", introduce la parte narrativa en el acto mismo del sacrificio. Pero en la Misa de San Pío V, el texto y los gestos guian, naturalmente, al sacerdote hacia la acción sacrificial propiciatoria e imponen casi la intención del sacerdote que celebra. De esta manera la "lex supplicandi" se conformaba perfectamente a la "lex credendi". No se puede decir lo mismo del Nuevo "Ordo Missae". Sin embargo, dada la gravedad de la acción sin contar la inestabilidad de los tiempos modernos, dadas también las condiciones psicológicas de las nuevas generaciones, el "Ordo Missae" debería facilitar al celebrante la intención necesaria para realizar válida y dignamente el acto del Santo Sacrificio.
4. Presencia real. El Sacrificio de la Misa está ligado a la Presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Ésta es consecuencia de aquél. En la transubstanciación se opera el cambio de la substancia del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre del Salvador, y así se realiza el sacrificio. En consecuencia, se halla en el Altar la presencia de la Víctima perpetua. El Santísimo Sacramento no es otra cosa que la Hostia del Sacrificio, que permanece, el acto sacrificial habiendo sido realizado. El Nuevo "Ordo", con la definición de la Misa (n°7), deja planear una ambigüedad acerca de la Presencia real, más o menos confundida con la presencia espiritual que existe cuando rezan dos o tres personas reunidas en nombre de Jesús. Además, la supresión de casi todas las genuflexiones - manera tradicional de adorar para los latinos - , el hecho de sentarse para la acción de gracias, la posibilidad de celebrar sin la piedra de altar, sobre una simple mesa, la comparación del banquete eucarístico con un banquete espiritual, todo constribuye a un oscurecimiento de la fe en la Presencia real. La última consideración sobre la equivalencia entre el pan eucarístico y el pan espiritual, deja sumida en el equívoco la idea de que la Presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento está ligada al uso que se hace de Él, como sucede con la Palabra de Dios. Y a partir de allí, no es difícil caer en el error de los luteranos, sobre todo en una sociedad poco preparada para la reflexión de orden trascendental. La misma conclusión se ve favorecida por la función del altar: el solamente una mesa, en la cual normalmente no hay lugar para el Tabernáculo dentro del que, habitualmente, la Víctima del Sacrificio es conservada. Del mismo modo, la práctica que incita a los fieles a comulgar con la misma hostia del celebrante, en sí misma crea la idea de que, habiendo concluido el sacrificio, no hay motivo para guardar la Santa Reserva. Así, toda la disposición del Nuevo "Ordo Missae" no lleva de ninguna manera al fervor de la fe en la Presencia real, sino que por el contrario la disminuye.
5. Sacerdocio jerárquico. El Concilio de Trento define que Jesús ha instituido sacerdotes a los Apóstoles para que ellos y sus sucesores ofreciesen su Cuerpo y su Sangre (can. 2, ses. 22). De modo que la realización del Sacrificio de la Misa exige la consagración sacerdotal. Por otra parte, el mismo Concilio condena la tesis protestante que hace de todos los cristianos los sacerdotes del Nuevo Testamento. Por lo que, según la fe, sólo el sacerdocio jerárquicamente establecido es capaz de realizar al Sacrificio de la Nueva Ley. Esta verdad está diliuida en el Nuevo "Ordo Missae". En este "Ordo", en efecto, la Misa es más la obra del pueblo que del sacerdote. La Misa pertenece también al sacerdote solamente en tanto forma parte del pueblo. Ya no aparece como el mediador "ex hominibus assumtus in iis quae sunt ad Deum", inferior a Jesucristo y superior a los fieles, como decía san Roberto Bellarmino. Ya no es el juez que absuelve. Es simplemente el hermano que preside.
Podríamos hacer otras observaciones que confirmarían lo que decimos más arriba. Sin embargo, juzgamos que los puntos señalados son suficientes para mostrar que el Nuevo "Ordo Missae" no es conforme a la Teología de la Misa, establecida de manera definitiva por el Concilio de Trento, y que de hecho, constituye un grave peligro para la pureza de la Fe.

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